Por Pablo Calvo
Ayer había que ganar. Nada más. Como sea y costara lo que costara, porque la tropa de Pepito había perdido dos puntos en Anoeta y teníamos que ponernos lideres, algo importante para trabajar el aspecto psicológico tanto de propios como de extraños.
El Real Madrid empezó como un tractor, arrasando a un Getafe que dio la impresión, en los primeros minutos, que iba a llevarse una canasta como el Zaragoza. Los ocho tiros en el primer tercio de la primera mitad, gol incluido, auguraban que los de Luis Garcia no iban a poder contener el terremoto merengue. Pero luego empezaron los vicios de siempre, los que nos costaron la Super Copa y que podrían habernos costado caro contra los aragoneses la semana pasada: fallar goles de manera increíble. Sobre todo los dos que marró Coentrao, un mano a mano que le cedió Benzema y un rechace que sólo tenía que empujar a puerta, luego de una espectacular chilena de Cristiano Ronaldo que se estrelló en el poste. Normalmente uno podría ser condescendiente con los peloteros, pero cuando el marcador señala un uno a uno en casa y la necesidad aprieta, el madridismo no puede ser tan benevolente. Ni los jugadores tan dejados. Y Mourinho no fue ni lo uno ni lo otro, ya que se le vio el enfado con el pasotismo de sus pupilos.
Bien el Geta de Luis Garcia, que jugó un partido más que bueno e intentando imponer su juego con un planteo muy compacto. Le hizo mucha fuerza al Real Madrid con un partido muy estudiado y bien planteado por su entrenador. Esa Liga escocesa, la "de mierda" porque el Madrid mete diez goles en dos partidos, pero que ayer demosostró que Del Nido, para no variar, vuelve a abrir el pico de más. Queda demostrado que los equipos le pueden sacar puntos a los dos titanes de la competición. El único punto en contra es que para ello hay que trabajar mucho, y ya sabemos que en España está mal visto esto de trabajar para conseguir algo.
La impresión que dejó el equipo blanco, el gusto en el paladar de Juan Madridista, fue malo, casi rancio. Eso, sumado a la alarmante falta de gol por errores inexplicables, metió el miedo en el cuerpo de todas las almas que colmaron el Santiago Bernabéu y la de los espectadores que disfrutaron del espectáculo en sus respectivas casa o en el bar de turno. El Real Madrid, a pesar de mejorar y desplegar buen fútbol, transmite una sensación de equipo errático, caótico, con picos de nivel, tanto en contra como a favor. Es lo que habíamos apuntado en nuestro último artículo, el aspecto psicológico de una plantilla joven que tiene la cabeza en las nubes. Empieza como un tanque acorazado y termina descabellado en defensa o cediendo el control del partido con la misma facilidad que con la que se pone frente a la portería contraria en sus momentos de dominio. Son defectos que contra el Getafe o el Zaragoza no significarán mucho, pero contra el Barcelona o el Manchester United nos costará el partido y muy probablemente el caer eliminados.
Otro de los inconvenientes que deberá superar esta plantilla es la dependencia en un jugador como Özil, que se diluye de los partidos de despliegue físico con la misma facilidad que el agua entre los dedos. Un jugador tan poco fiable no puede ser el motor de juego de un equipo como el Real Madrid. A la espera de Nuri Sahin, un jugador de características similares a las de su compatriota, puede ser la respuesta. Eso, o esperar la decimoquinta resurrección de Kaka I, el beato, al cual ya no se le espera.
Mourinho tiene mucho trabajo por delante en el aspecto humano de sus jugadores, pero lo más importante de esta semana está ahí: a dos puntos del Barcelona. Ahora que se preparen ellos psicológicamente para correr oliendo el rebufo del Real Madrid.
Premio Di Stefano - Benzema: Dos goles que han descontracturado el encuentro y una gran despliegue futbolístico. Que siga así y no como en Zaragoza.
Premio Tuercebotas - Sergio Ramos: ¿Cuándo van a sentar a este señor? Un auténtico desastre que desestabiliza la defensa y no aporta nada en la faceta defensiva ni ofensiva. Un cero a la izquierda en esta plantilla.
Premio Stoichkov - Vacante: En un partido viril, pero de caballeros, ningún jugador sobrepasó la línea de lo ético. Se dieron estopa, pero con nobleza.
Premio Redondo - Cristiano Ronaldo: Un premio que, por su juego, es difícil que se lleve, pero el portugués dio un recital de pases en corto y en largo, como en el segundo gol de Benzema, que nos dejó a todos sorprendidos. Cuando el luso se pone a jugar al fútbol de verdad, es de lejos el mejor del mundo.
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