Por Pablo Calvo
El Real Madrid, sin CR7, ofreció su mejor versión ante un Racing que nunca pudo enchufarse al partido. Özil y Di María destrozaron a la defensa cántabra. El tándem Xabi Alonso-Granero, éxito absoluto. Nuevo doblete de Benzema.
Tanto se llenaron la boca los medios hablando de la tan famosa Cristianodependencia que ayer no tuvieron más remedio que rendirse a la evidencia, a la cruda realidad: el Real Madrid jugó de miedo en Santander. No sólo la baja del portugués pasó inadvertida, sino que se vio beneficiado por las bajas de Khedira y Lass. La pareja Granero-Alonso, Alonso-Granero, dio un recital de fútbol, haciendo que la movilidad del cuero en la medianera fuera veloz, fina y profunda.
Cambiando completamente el dibujo con el que nos tiene acostumbrados, Mourinho jugó con dos delanteros de referencia, Adebayor y Benzema, y un solo pivote, Xabi Alonso. Jugó Granero más adelantado por la banda, pero ayudando en la contención y volcándose atrás numerosas veces, y Di María se estableció en el centro, en la axial, con el campo por delante y no de lado como suele ser. Özil se paró en la banda derecha. Los dos delanteros, por delante claramente de la línea de mediocampistas, fueron la punta de la lanza merengue. El Real Madrid fue una orquesta sinfónica en la que ningún instrumento desafino.
La tempestad que generó el equipo visitante en El Sardinero fue imparable. Los vientos huracanados creados por Di María y Özil volaron por los aires a los defensores racinguistas, que nunca encontraron la manera de arrebatarle el balón a los dos ciclones merengues. Los números del germano y el argentino son verdaderamente extraordinarios. Las dos jóvenes promesas que llegaron a la Casa Blanca esta temporada, con vistas al futuro, ya son una auténtica realidad y apuntan a Balón de Oro, cuando Messi deje de ser Messi, o aunque sea baje un poco el pistón incontestable que tiene actualmente.
En el primer tiempo, los merengues podrían haberse ido al descanso fácilmente 4 ó 5 a 0. En lo que fueron los mejores 45 minutos del curso, el conjunto de Mou le dio un auténtico repaso al de Marcelino. Desde el minuto 1 al 45. Dos tiros a los palos, fallos increíbles de Marcelo y Benzema, dos goles y un fútbol excelso, muy similar a ese que vanagloria la prensa y que practica el Barcelona. En un golpe de ingenio, el Real Madrid fue todo lo opuesto a lo que fue en Riazor: en lugar de regalar la primera parte, decidió regalar la segunda. Mourinho tendrá parte de culpa, ¿no?. Aparentemente el luso no es tan mal entrenador como nos quieren hacer creer desde los teclados de ciertos periodistas enemistados con el Special One. Esos que están empecinados en echarle la culpa por la baja forma de Kaka o porque al Real Madrid no le entran los balones que expulsa la madera (ya van ¡15! palos en lo que va de temporada).
Después del entretiempo, los visitantes salieron demasiado dormidos. Luego de la tempestad, llega la calma, dice el dicho. El ojo de la tormenta. Un partido que no era para sufrir, pero que un penalti absurdo de Xabi Alonso, luego de una tonta pérdida de balón de Marcelo, parecía que iba a meter al Racing en el partido. Afortunadamente, Pinillos dio una lección de cómo no patear un penalti e Iker Casillas lo detuvo sin problemas. Pero esa no iba a ser la última palabra de los locales, arengados por su presidente Ali que no se cortó un pelo ayer delante de Florentino Perez. Kennedy, escasos minutos después, descontó para los suyos y El Sardinero se vino arriba. El equipo merengue se empeñó en permitirle al Racing encontrar la electricidad que le hacía falta para perforar la portería blanca.
Fue en ese momento cuando el ojo de la tormenta pasó y los ciclones volvieron a castigar a Cantabria. Fue allí cuando el conjunto local se quedó sin impulso eléctrico. Rápidamente se despertó el león dormido y ajustició el resultado con un segundo gol de Benzema, a pase de Di María, luego de una bonita jugada combinada. Luego el argentino regateó a tres defensas y le cometieron penalti. La pena máxima la tiró Adebayor de manera lamentable. Flojo, muy centrado y sin ímpetu. Toño lo paró sin inconvenientes, como era de esperarse.
Cerca estuvo de marcar el cuarto Özil, luego de un veloz contragolpe, pero falló en la definición. Era anecdótico ya, porque su actuación junto con la del Fideo fueron tormentosas para los cántabros y una brisa de aire fresco para el Real Madrid. La vida sin Cristiano es posible. Y me animaría a decir que hasta es mejor.
Premio Di Stefano - Di María. El argentino completó un partido completísimo. Defendió, atacó, asistió y regalo una increíble jugada que terminó en el penalti que falló Adebayor.
Premio Tuercebotas - Pinillos. Desperdició un penalti y se vio superado en todo momento por la ofensiva merengue. Desastroso.
Premio Stoichkov - El público del Sardinero. Los pitos a Canales, un chaval que dio todo por el club, no tienen ni pies ni cabeza.
Premio Redondo - Özil. El Mago de Gelsenkirchen volvió a mostrar que es un auténtico crack que destila elegancia por todos los poros de su joven cuerpo.
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