sábado, 18 de mayo de 2013

Y la banda siguió tocando...

Por Pablo Calvo
Persecución y desfachatez
El Titanic del fútbol tiene una brecha en su casco. Ha colisionado con un ice-berg rojiblanco de la misma manera que chocó el mítico barco: sobrestimando a su rival, pensando que pasaría por encima de él sin inconvenientes ni sacrificios. Y el impacto, lamentablemente para los madridistas de bien, ha dejado herido de muerte a un proyecto que dio sus primeros pasos hace tres años y que parece culminar su vida en su peor año: con una final de Copa del Rey, un segundo puesto en Liga y una semifinal de Champions League, paradójicamente.

El Real Madrid de Florentino Pérez ha tocado fondo, perdiendo con un Atlético de Madrid que de fútbol poquito, pero fortuna, la de catorce años juntos en 120 minutos. Pero hoy no escribiré esta entrada para hablar del funesto partido de ayer ni siquiera de la lamentable actuación de Clos Gómez, que en su afán de vedetismo quiso ser la estrella del partido expulsando a la que es la verdadera estrella del club merengue. No, os ofreceré mi óptica personal sobre la actualidad de este monstruo manoseado que logró alcanzar lo más alto del fútbol mundial pero que, paulatinamente, se fue transformando en una cloaca dónde anidan ratas del tamaño de un rottweiler.

El paciente blanco está en coma. Un club vapuleado por una inquisitiva prensa que ataca permanentemente a los miembros del club, muchas veces en el plano personal más que en el profesional, para luego, años después, decir que son unos "cracks", sin coherencia ni principios algunos e insultando a la inteligencia de un público que, en lugar de indignarse, asiente adoctrinadamente. Un club siendo tirado de las cuerdas por niñatos titiriteros multimillonarios que creen jugar una partida larga de PC Fútbol con un club centenario y, desde la ignorancia que les ha dado no haber tenido nunca una vida profesional seria, no respeta las mínimas formalidades de una cadena de mando ni la autoridad del jefe de la plantilla, que es el entrenador, sea quien sea, y no Iker Casillas o cualquier analfabeto que se presente como capitán del Real Madrid. Un club zarandeado en la Federación por funcionarios que juegan partidos en moquetas, futbolistas de salón de copas espirituosas, que asignan arbitrajes claramente tendenciosos y parciales que dinamitan los intereses deportivos de la entidad. Un club sin entidad ni peso en los despachos por la inoperancia de su departamento de comunicación y por la cobardía de su máximo representante, que se esconde en sus acólitos trajeados, comunicadores de dudosa reputación que hablan mucho y dicen nada.  Un club boicoteado inconscientemente, quiero creer, por directivos incompetentes que hacen pésimamente su trabajo, por más reputados másters y costosos estudios que tengan en su haber, y con más inocencia e incredulidad que malicia y mala ostia, que es lo que requiere gobernar a una valiosa presa cuya piel es deseada por todos en el coto de caza que es el planeta fútbol.

El desorden catatónico y el caos apenas controlado que tomó por asalto al Real Madrid años ha vio sus cuotas rebajadas, por lo menos internamente, desde la llegada de una personalidad forjada en los hornos del fútbol catedrático, no del fútbol garrulo que abunda en el país de Cervantes. Jose Mourinho logró instaurar unas normas tan simples como efectivas que durante dos años dieron riendas a un caballo salvaje desbocado. Normas que no sólo dieron un espejismo de estabilidad a la entidad, sino que gestó odio en las fétidas redacciones de la nauseabunda prensa deportiva nacional. Se ganó muchos enemigos por eso. Enemigos del madridismo que vieron sus intereses personales y económicos en la UCI por culpa de un entrenador madridista, figura que antes era un pelele que pagaba comidas en De María y Txistu y los consultaba para las alineaciones. Pero como todo caballo salvaje, la bestia terminó por zafarse y empezó el rodeo nuevamente. Rodeo Madrid Club de Fútbol. Y así estamos hoy.

A día 18 de mayo de 2013, aún no sabemos si Mourinho seguirá el año que viene. No sabemos con qué clase de proyecto contaremos. Y, honestamente, yo entiendo al de Setúbal. ¿Quién quiere trabajar en un país en el que ser profesional, serio y honesto es peor que ser un leproso? ¿Quién quiere que su familia sea víctima de una persecución sin igual de la prensa? ¿Quién quiere tener que bailarle el agua a unos idiotas encefalogramas planos que no han terminado la ESO y se creen dioses del Olimpo por haber sido "campeone' der mundo"?

Mientras los capos de la mafia periodística cenan apaciblemente en el comedor, la banda que se llama Real Madrid sigue tocando, sin saber que su barco se está hundiendo. ¿Qué hará el capitán Pérez? ¿Salvará su vida sin importarle nada más como en 2006 o dará el golpe de timón que salvará la nave? Habrá que esperar un poco más para saber como termina esta tragicómica historia.

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