miércoles, 2 de octubre de 2013

El entrenador del Chelsea

Por Pablo Calvo

"El único símbolo del Madrid es su escudo". Algo que más de uno debería asimilar.

Hoy es día de Champions y os preguntaréis: "¿Por qué en lugar de escribir una previa del partido de hoy este tío está escribiendo sobre el entrenador del Chelsea?".

Bueno, la verdad es que al escribir de Mourinho estoy escribiendo sobre el Real Madrid. Mucho más de lo que estaría escribiendo si lo hiciera sobre un intrascendente partido contra el endeble Copenhague.

No han pasado muchos meses desde el nefasto día en el que el portugués abandonó el Santiago Bernabéu pero ya muchos, incluidos algunos jugadores que le hicieron la cama, se han dado cuenta: Mourinho tenía razón.

Pero antes de empezar, una confesión: ya no me dan ganas de ponerme mi camiseta merengue para ver los partidos de mi equipo. Cuando antes me daba orgullo calzármela y salir a la calle, rodeado de antimadridistas, para ver los encuentros del Madrid, ahora me da pereza. Mi amor por el Real Madrid se pone cada día más a prueba. Primero por ver la desidia de algunos jugadores en el campo y luego por el tremendo caos institucional en el que está sumido el club. No se está trabajando con seriedad y eso, para un club profesional, augura devastación.

No es coincidencia que muchos de los madridistas más históricos han visto exaltado aún más su madridismo con el Real Madrid de Mou. Y es que ese equipo, mal que mal, guste o no, transmitía la quintaescencia del legendario madridismo que nos ha llevado a tocar el cielo con las manos: pundonor, fútbol vertiginoso, fútbol goleador, casta, entrega, sacrificio y mala hostia. Vamos, fútbol y nada más. Nada de mensajes políticos, de lecciones de moral o teatro del bueno. Fútbol. El fútbol de Di Stefano, de Juanito, de Hierro, de Redondo.

Ahora tenemos un Real Madrid con síndrome de Estocolmo, captivo por jugadores descerebrados que lograron destronar al mandamás del vestuario y, por tanto, se han visto empoderados por Florentino Pérez, que ha cometido el error más grave al no haber dado respaldo presidencial a un proyecto que requería una purga de vestuario para mantener al club en la élite de la competición. Lo vio Mourinho. Lo vimos muchos aficionados. Lo vieron hasta los ciegos. Menos Florentino Pérez. Con tumores por doquier, una plantilla no puede subsistir y es lo que está pasando en Chamartín. Las manzanas se pudren estando cerca de manzanas podridas y es lo que pasó con Cristiano Ronaldo u Özil por estar cerca de Sergio Ramos y Casillas, los capitanes madridistas con menos compromiso que mi memoria recuerda.

Los líderes del vestuario, encefalogramas planos del primero al último, tienen más poder que las pocas cabezas pensantes de la plantilla: Xabi Alonso, Arbeloa, Varane, entre otros. ¿El resultado? Un equipo acéfalo que se cree que ganarán simplemente "por ser el Madrid" y ya en el cuarto partido de Liga tienen que hacer reuniones de emergencia porque han hecho el ridículo mayúsculo contra un Atlético de Madrid que con poco, muy poco, los ha destrozado futbolísticamente en su propia casa.

Si sumamos al nulo coeficiente intelectual y la sangrante falta de profesionalidad de los jugadores que Carlo Ancelotti aún no sabe dónde está y parece no enterarse de cómo va esto del Real Madrid, da como resultado un peligroso cóctel molotov que explotará en la cara de Florentino Pérez, el único responsable del naufragio deportivo que está sufriendo el club.

Ojo, presidente. Has perdido tu escudo y ahora están yendo a por ti. Mourinho fue una excelente bomba de humo para que tú te escaparas de la línea de fuego, pero tu pretoriano portugués ha sido defenestrado con tu consentimiento y ahora vas a tener que lidiar con las hienas hambrientas de la prensa tú solo. No se van a cortar, te quieren fuera.

Mientras tanto, el Chelsea, con una plantilla de traca comparada a la del Real Madrid, es un equipo con identidad que sabe a lo que juega. De una manera vetusta y poco vistosa, debido a la calidad y los años de sus jugadores, pero que explota sus virtudes y oculta sus defectos de la mejor manera posible. Por su parte, el Real Madrid intenta dar "fútbol espectáculo" (palabras reprochables que profirió Ancelotti en su presentación, como si el año pasado jugáramos al cricket o al waterpolo) con toque y toque estéril de balón en el centro del campo. Con dos cohetes como Bale y Cristiano Ronaldo en las bandas.

Ay, Real Madrid, qué tiempos aciagos nos esperan...

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